Atentado al Congreso Nacional: 24 de enero de 1848


   Venezuela sufría una grave crisis  económica desde 1842, creando un serio descontento ente los sectores del agro, quienes consideraban la política económica del Gobierno un fracaso. En el orden social todo era un hervidero y ya se habían visto algunas asonadas en años anteriores, en las cuales se vislumbraba el descontento social, especialmente  en la clase baja, formada por peones y jornaleros. Después de la Independencia, las masas campesinas y los esclavos no vieron cambio alguno en su status. La explotación del campesino sigue igual a la época colonial y los esclavos que pelearon durante la independencia son obligados a regresar a sus antiguas haciendas, originando que éstos desertaran, siendo perseguidos por las autoridades. El latifundio crecía cada vez más y los nuevos dueños de las tierras  son los Oficiales Jefes de la Independencia. Destacándose entre ellos el General José Antonio Páez, convertido en uno de los más ricos terratenientes.

    El año 1846 es un año eleccionario. Las pasiones políticas se desbordan. En los partidos políticos reina la anarquía. Liberales y conservadores no se ponen de acuerdo en los asuntos políticos internos. Los liberales llevan a la contienda a cuatro candidatos: los Generales Bartolomé Salom, José Gregorio Monagas, Coronel José Félix Blanco y el Sr. Antonio Leocadio Guzmán. Los conservadores se deciden por uno solo: el General José Tadeo Monagas. Pero los acontecimientos no se hicieron esperar. Estalla la Revolución Popular, lo cual sume a Venezuela en una violencia sin límites, con fusilamientos en los campos sin juicio, mientras que en los centros urbanos los tribunales condenaban a muerte sin cesar. La crisis política y social se comía al país y en medio de esta violencia, el país se centraba en las próximas elecciones presidenciales. El 20 de enero de 1847, se instaló el Congreso y tres días después es elegido el General José Tadeo Monagas, teniendo que irse a una segunda vuelta ya que ningún candidato había obtenido las dos cuartes partes del sufragio. Los liberales, quienes fueron con varios candidatos, perdieron estas elecciones al no estar unificados.

    Antonio Leocadio Guzmán es detenido como cabecilla de la Revolución y juzgado de inmediato, siendo condenado a muerte. El General José Tadeo Monagas le conmuta la pena por destierro. Esta medida y otras medidas de tipo político, contrarias al pensamiento conservador, hicieron que éstos miraran con desconfianza al Presidente Monagas, quien ha dado muestras claras que no va a dejarse mandar por los grupos formados por paecistas, comerciantes y terratenientes, recibiendo el apoyo de liberales, quienes han comenzado a acercársele.

   Pero los grupos políticos manejan la tesis de acusar al Presidente Monagas ante el Congreso y piensan que lo mejor es instalar dicho Congreso en Puerto Cabello, por razones de seguridad. Monagas ha tomado sus medidas y he desmontado el aparato militar favorable al General Páez, pasando a retiro a oficiales y desarmando la milicia formada por liberales de la clase baja. Se forman dos grupos políticos: La Sociedad Patriótica, formada por los conservadores, y el Club de Diego Ibarra, formado por los defensores del Presidente Monagas. A comienzos del año 1840, los conservadores tienen montada su conspiración política. Intentarán acusar al Presidente Monagas de violar la Constitución y las Leyes de la República, en actos para los cuales se requiere aprobación del Consejo de Gobierno. Ya tienen montadas acciones post-Monagas, pero los liberales también tienen sus planes. El 23 de enero se instala el Congreso y ya había  un pre-acuerdo para el traslado de las sesiones a Puerto Cabello y el enjuiciamiento a Monagas, lo cual fue aprobado por la Cámara de Representantes, remitiendo el acuerdo al Senado, donde no se pudo discutir dicho asunto.


    Ese día 23 de enero, los bandos en disputa están al borde de las tensiones. Las barras habían sido desalojadas y los liberales comenzaron a movilizar su gente, incluyendo las milicias. La Cámara de Representantes tomó sus medidas para resguardar el local, nombrando Jefe de la Guardia al Coronel Guillermo Smith, quien al poco tiempo tenía 200 hombres armados, la mayoría conservadores. Al ver este hecho, grupos armados comienzan a rondar por la calles, se movilizan reservas de pueblos circunvecinos, mientras el Gobierno protestaba la medida de la Cámara de Representantes. Al día siguiente, 24 de enero de 1848, más de mil personas se han agolpado frente al Convento de San Francisco, donde funcionaba el Congreso. El Secretario del Interior, Dr. Tomás José Sanabria, presenta su informe anual y cuando va a retirarse cuando el Congreso le niega el permiso y lo invita a quedarse, al igual a otros miembros del Gabinete, los Secretarios de Guerra Marina y Hacienda y Relaciones Exteriores. Esta medida dejaba al Presidente Monagas sin poder y el enjuiciamiento se venía venir en forma directa. La constitución establecía que el Presidente no podía expedir órdenes sino a través de sus Secretarios.

   Al conocerse la decisión del Congreso, voces alarmadas dieron la noticia a la calle que el Secretario del Interior se encontraba detenido y ante rumores de que su vida peligraba comenzaron a exasperarse. Mientras tanto,  dentro del recinto corría el rumor que el pueblo iba a entrar por la fuerza a rescatar al Secretario. Comienzas los forcejeos en la entrada del local, mientras las piedras volaban por el aire. Uno de los guardias disparó, cayendo muerto el Capitán de Milicias Miguel Riverol, quien pretendía entrar al recinto en compañía de otros ciudadanos, muriendo por otro disparo el sastre Juan Maldonado. Comienzan los intercambios de disparos, mientras en la Cámara de Representantes el pánico se apodera de todos.  Cada quien intenta escapar por donde puede, por los balcones y tejados. El Coronel Guillermo Smith es herido y tres diputados, Juan Vicente Salas, Juan García y Francisco García Argote, son muertos al intentar salir a la plaza. La multitud asesina al rico oligarca Julián García, quien se encontraba disparando a la multitud. Otra víctima fue el Dr. Manuel María Alemán.


    El Senado se encontraba reunido secretamente en otra sala, manteniéndose con las puertas cerradas. El Presidente José Tadeo Monagas se presentó en la plaza para conocer los hechos y escoltó personalmente a algunos Diputados. Fue vitoreado por el pueblo. Muchos conservadores, aterrados, huyen a esconderse o asilarse en legaciones extranjeras, en compañía de sus familiares. Otros huyeron a Curazao. En total murieron ocho personas: tres diputados conservadores, uno liberal, además de varias personas heridas, entre ellos el Diputado Santos Michelena, quien murió el 12 de marzo a consecuencia de sus heridas. La mayoría de los Diputados muertos fueron apuñalados. El Presidente Monagas y otros altos funcionarios, recorrieron las legaciones extranjeras, en busca de los congresistas, con el fin de que se reincorporaran a sus actividades. Algunos se negaron a volver. Al lograrse el quórum, el Congreso declaró restablecido el orden constitucional y se le otorgaron poderes especiales al ejecutivo para sofocar cualquier rebelión que surgiere en el país.

"La Constitución sirve para todo", había expresado Monagas en su residencia, reunido con sus allegados y haciendo un recuento de lo sucedido. Había salido fortalecido de esta crisis.

Civilistas contra Militaristas 1834-1835


   El 25 de Enero de 1834 se instaló el 4to. Congreso Constitucional de la República, eligiéndose como Presidente del Cuerpo al Sr. Manuel Quintero. Uno de los asuntos pendientes era el relacionado con el reconocimiento, por parte de España, de la República de Venezuela. El 29 de septiembre de 1833 había muerto el Rey Fernando VII y el General José Antonio Páez, Presidente de Venezuela,  veía la oportunidad de enviar un Ministro público a Europa. Primero comisionó al Dr. Alejo Fortique, quien se desempeñaba como agente fiscal en Londres, para lograr la influencia del Gobierno Británico sobre España para tal fin. El 9 de diciembre de 1933, Páez designó el General Mariano Montilla con plenos poderes para negociar un tratado de amistad con España, usando inicialmente las garantías de Inglaterra de facilitarle la vía a través de su Ministro inglés en Madrid, si las circunstancias eran propicias. En Londres se le uniría el General Daniel Florencio O´Leary. Páez le envió una comunicación amistosa a la Reina Cristina, quien desempeñaba el Gobierno del Reino de España.

   La atención pública se centró en los últimos meses del año, una vez clausuradas las sesiones del Congreso, en el próximo período electoral para escoger al 2do. Presidente de la República. Surgieron cinco candidatos: Los Generales Santiago Mariño, Bartolomé Salom y Carlos Soublette, por el estamento militar. Por la parte civil, los Doctores Diego B. Urbaneja y José María Vargas.


    Para la época, el militarismo constituía la parte principal y nervio de la nación. Habían hecho la Independencia y por lo tanto el sucesor de Páez debía ser un militar, de los muchos virtuosos y brillantes existentes en la República. Además, ellos habían logrado la acción separatista de Colombia. Como adversarios de Vargas, decían que él no pertenecía a la revolución y que mientras consumía su tiempo aprendiendo ciencias en Europa, ellos peleaban para defender el suelo y que sería escandaloso colocarlo en la Presidencia. Así pensaban muchos, incluyendo al General Páez, quien veía en el General Soublette su reemplazo, ya que su figura y prestigio bastaba para  afrontar los males que amenazaban a la República, agitada por militares ambiciosos, contenidos por él. Oponerles una candidatura civil se veía con recelo, pero sin indiferencia, y a pesar de las presiones militares sobre Páez, éste actuó en forma discreta, prestando apoyo a todos, mientras la figura del Dr. José María Vargas se crecía, con luz propia, por sus grandes virtudes. Al grito de "poder civil" y pregonando la necesidad de hombres nuevos en la escena pública, la figura del Dr. Vargas se alzaba enorme en el panorama político, mientras el mismo Vargas se mostraba modesto, no buscando prosélitos y no sintiéndose preparado para conducir al país, ni tener la experiencia de la guerra de la Independencia. Así lo decía y así lo sostuvo en un manifiesto dirigido a los electores el 8 de agosto de 1834.


    El proceso electoral siguió con aparición de algunos disturbios en algunas provincias. Se hicieron las elecciones generales en todo el país y ningún candidato obtuvo la mayoría, quedando aplazado el proceso hasta que el nuevo Congreso lo ejecutara, de acuerdo con la Ley (El sistema electoral era de dos grados: las asambleas parroquiales y los colegios electorales. Los primeros elegían los electores a los colegios y éstos elegían al Presidente de la República, Vicepresidente, Senadores y Diputados). El nuevo Congreso se instaló el 20 de enero de 1835, nombrándose Presidente del Cuerpo el Dr. José Antonio Pérez de Velezco. Ese mismo día, el General Páez entregó el poder al Vicepresidente, Dr. Andrés Narvarte, de acuerdo al canon constitucional. Fueron muchos los agasajos de los distintos gremios políticos y sociales que recibiera el General Páez, especialmente por el respeto a la Ley, al retirarse a la vida privada. En su alocución de despedida y luego publicada, decía: "Veinticuatro años he estado consagrado al servicio público como soldado y últimamente como magistrado. En la vida privada disfrutaré de la dicha común...".


    El Dr. Vargas envió una comunicación al Congreso, con fecha 18 de enero de 1835, pidiéndoles lo excluyeran de la lista de candidatos. Vargas se adelantaba a los sucesos por venir y quería evitarle males a la República. Ya las fuerzas públicas estaban divididas en dos: el partido militar y el partido civilista. Estos últimos veían con mucho recelo la presencia militar en todos los sectores, en especial la administración pública, con mucha ambición de poder, y los intelectuales antepusieron ante ellos la regia personalidad el Dr. Vargas, como exponente del poder civil.

  El 6 de febrero de 1835 se reunió el Congreso para decidir la cuestión electoral. Fueron necesarias tres votaciones para llegar a una decisión, resultando electo el Dr. José María Vargas. El día 9 de febrero prestó juramento de Ley. Ese fue un día de júbilo en la población. El General Páez se retiró a su hacienda de San Pablo, en Guárico, a unos 22 Km. al Sur-Este de los Dos Caminos.

Pero... los temores del Dr. José María Vargas pronto se harían realidad...


El peregrinar de los restos del Libertador (IV Parte)

   Es el último de esta serie de artículos. En vista de que los hechos recientes son ampliamente conocidos en todo el país, sólo tomaremos algunas consideraciones generales del caso.

 Venezuela se despertó sorprendida en la madrugada del día 16 de julio del 2010, cuando el Presidente de la República, Hugo Chávez Frías, anunció que se habían exhumado los restos del Libertador Simón Bolívar. Esta fue la culminación de una serie de anuncios hechos por el Presidente desde diciembre del año 2007, cuando aseveró desde el Panteón Nacional, que habían suficientes elementos que indicaban que el Libertador había sido asesinado en Santa Marta. Durante los dos años subsiguientes se siguieron haciendo pronunciamientos relativos al supuesto asesinato del Libertador y sobre la duda de que los restos depositados en el Panteón fueran realmente los del Libertador.

    En el acto de exhumación estuvo presente el Presidente Chávez, acompañado de algunos de sus ministros y otras autoridades de su Gobierno, además de la comisión médico-científica y equipo técnico. En vista de lo secreto de este procedimiento, la hora de realización y otros elementos no del todo transparente, viene a colación lo dicho por el Embajador de Colombia, en la III reunión de la Comisión nombrada por la Asamblea Nacional Constituyente, en el año 1947, para investigar la denuncia formulada por el Dr. José Izquierdo, en relación al cráneo encontrado en la cripta de los Bolívar. En esa reunión del 13 de febrero de 1947, cuando se discutía la conveniencia de abrir o no el sarcófago de los restos del Libertador, el Embajador Fabio Lozano y Lozano expresó que en caso de abrir dicha urna, no debería hacerse a la ligera ni misteriosamente. De improviso y casi en secreto, podría ser imprudente. Se trata de un acto trascendental que no debe dejar asidero alguno a la duda o a la leyenda (El Cráneo del Libertador. Dr. José Izquierdo. Ediciones Edime. Caracas. Madrid, 1961). Estas afirmaciones hechas hace 63 años fueron proféticas, porque en el caso actual que nos ocupa, se hizo exactamente lo que el Embajador no recomendaba. Es por esta razón que han surgido diversos comentarios de diferentes sectores de la vida pública, dando lugar, a "la duda o a la leyenda". Igualmente es oportuno recordar que durante el acto de exhumación de los restos del Libertador, en Santa Marta, Colombia, en el año 1842, fue hecho en un acto público, con asistencia del Gobierno regional, autoridades eclesiásticas, militares, comisiones respectivas y público en general.

    Sobre los hallazgos en esta exhumación, fue significativo encontrar una tercera cajita de plomo dentro de la urna, donde se encontró un acta de la Comisión, presidida por el Dr. José María Vargas, que en el año 1843 trabajó en la preservación de los restos del Libertador, y que se corresponde con lo que hemos visto en el artículo anterior, en cuanto al trabajo realizado, y lo encontrado en la urna recién abierta. Una vez verificados los resultados, la Comisión científica-técnica acreditada, procedió a medir los huesos, escanearlos, retiro de cuatro muestras dentales, con la finalidad de extraer muestras de ADN, para ser contrastadas con muestras similares de su hermana María Antonia, sepultada en el mausoleo de los Bolívar, en la Catedral de Caracas. Igualmente se hizo tomografía craneal, con el fin, entre otros, de recrear la imagen del rostro del Libertador.

    El esqueleto, ensamblado y fortalecido, fue colocado en una urna de metacrilato, sellada al vacío y sujeta con tornillos de oro. Luego, esta urna fue colocada en otra de madera de cedrillo llanero y colocada en el sarcófago. Los resultados de esta exhumación pronto lo sabremos. La Academia Nacional de Historia y la Academia de Medicina deben participar en el manejo de esta asunto, porque caso contrario siempre existirá la duda y el recelo que un asunto científico sea manejado políticamente. Precisamente, en fecha 30 de julio del 2010, la Academia Nacional de la Historia se pronunció a través de un comunicado, rechazando categóricamente el acto de exhumación. 

Algunas de sus conclusiones señalan:

-Adhesión a las Conclusiones de la Mesa Redonda, realizada en 1964, por iniciativa de la propia Academia y la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, con participación de historiadores, médicos, filósofos y críticos de arte. En dichas conclusiones apoyaron el trabajo realizado por el Dr. Próspero Reverend.

-No había ninguna razón para dudar, ni de la causa ni de la muerte del Libertador, ni de la identidad de los restos que reposan en el Panteón Nacional.

-El acto de exhumación  realizado sorpresivamente en la media noche del día 15 al 16 del presente mes, con el pretexto de averiguar tanto la causa de la muerte del Libertador así como la identidad de sus restos, fue absolutamente innecesario e injustificado.

-Dado que la osamenta mostrada por televisión se corresponde exactamente con lo descrito por el Dr. José María Vargas, es evidente que en los últimos 167 años los restos mortales se han conservado satisfactoriamente, lo cual es otra razón para afirmar la falta de justificación de la exhumación realizada.

-Que de haberse estudiado la materia a la luz de una consulta amplia, científica, desprejuiciada de todo carácter partidista o político, involucrando en tal consulta a las autoridades científicas nacionales expertas en la materia, el país se hubiera ahorrado de presenciar un espectáculo y retórica, inéditos en la historia venezolana y que quedará para siempre inscrito en los anales de Venezuela, como el irrespeto más grave que se le haya hecho al Libertador Simón Bolívar.

-Finalmente, exhortan al país entero, en todos los estratos de su población, a una reflexión íntima y a una plegaria que signifiquen y ofrezcan un desagravio al Padre de la Patria, inútilmente profanado en la tranquilidad de su sepulcro.
    Pareciera que al final, el Libertador podrá descansar en paz para siempre... pero no es así. La cosa sigue. El Presidente Chávez anunció a todo el país, la construcción de un nuevo Panteón donde serán depositados los restos del Libertador, cuya ubicación no ha sido informada...

El Peregrinar de los restos del Libertador (III Parte)

    El día martes 13 de diciembre de 1842, la goleta de guerra Constitución arribó al puerto de La Guaira, tras 23 días de navegación; sin embargo, el desembarco de los restos del Libertador se produjo el día 15, mientras se hacían los preparativos para los actos oficiales a llevarse a cabo. Los mismos estuvieron cargados de mucha emoción y solemnidad, mientras el público presente dejaba escapar lágrimas de dolor y respeto, destacándose entre ellos los Generales José María Carreño y Juan Uslar, quien vestía el uniforme militar usado por él en la Batalla de Carabobo, en 1821. Los honores fúnebres se realizaron en la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol. El día 16 de diciembre, los restos fueron trasladados en hombros por los marineros de la goleta Constitución, escoltados por la Guardia de Honor formada por los alumnos de la Escuela Militar y dos compañías de milicias. El pueblo del litoral se volcó sobre las calles y la procesión tomó el viejo camino de los españoles en su ruta hacia Caracas, mientras las personas vitoreaban al Libertador, estando las casas vestidas con el luto para tal ocasión.


   En la entrada de Caracas, el pueblo aguardaba por el Libertador. En hombros fue conducido hasta el Templo de la Santísima Trinidad (futuro Panteón Nacional), mientras las campanas anunciaban la buena nueva. Esa noche se hizo una vigilia, mientras en los exteriores caía un torrencial aguacero, el cual no inmutó la intención de los presentes de permanecer allí, fieles a su sentimiento patriótico. Al día siguiente, 17 de diciembre, aniversario del fallecimiento de Bolívar, los oficiales generales, antiguos compañeros de armas del Libertador, condujeron el carro tirado por caballos, el cual llevaba la urna forrada en terciopelo negro. En procesión se hizo el traslado hasta el Templo de San Francisco, lugar asignado para los funerales y sitio donde le fue conferido a Bolívar el título de Libertador en el año 1813. El pueblo caraqueño se había volcado a las calles para acompañar al Libertador, tan igual como lo había hecho cuando Bolívar entraba a Caracas después de triunfar en alguna de sus campañas libertadoras. Las banderas de Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Perú y Bolivia ondeaban a su paso. Un soberbio arco triunfal fue el escenario para colocar la urna en una carroza asignada para tal fin. Esperaban el Presidente de la República, General José Antonio Páez, miembros de los Poderes Públicos, Cuerpo Diplomático, demás autoridades y funcionarios públicos.

  El día 23 de Diciembre, nuevamente fueron trasladados los restos del Libertador desde el Templo de San Francisco hasta la Iglesia Catedral, al Panteón de la Santísima Trinidad de la familia Bolívar, siendo colocados al lado de sus padres, de su esposa María Teresa y de su hermana María Antonia. Allí descansarían en paz. La Comisión presidida por el Dr. José María Vargas continuó su trabajo, a fin de preservar de la completa destrucción la osamenta del Libertador. Inmediatamente después de las exequias, el Dr. Vargas se había encargado de dichos trabajos. En fecha 15 de marzo de 1843, el Dr. Vargas presentó su informe al Secretario de Estado en el Despacho de lo Interior (Obras Completas Dr. José María Vargas. Comisión Nacional del Natalicio del Dr. Vargas, 2da. edición. Caracas, 1986). Algunas de sus consideraciones fueron:

    "En medio del montón de polvo y horrura que la urna de plomo contenía, resultado de la descomposición de todos los tejidos blandos del cuerpo y de los otros vestidos, se ha preservado el esqueleto casi completo, aunque algunos huesos pequeños han ya desaparecido, otros están casi pulverizados y todos los demás ennegrecidos y en proceso a la descomposición a causa de la humedad que en dicha urna se conserva.

Se procedió, pues, a nombrar dos jóvenes bien instruidos en anatomía, a saber: el Doctor Cosme Jiménez y el Bachiller Manuel Alvarado, que con el mayor cuidado y prolijidad, entresacasen del montón de horruras todos los huesos, los limpiaran y lavaran con Cloruro de Sodio; los secaran bien, y después los cubriesen de barniz preservativo. Separados los huesos del polvo, y preparados como queda dicho, han sido ensamblados, formando el esqueleto, con alambres de plomo y de plata según las partes, y así conexionados, han sido cubiertos de varias capas de dicho barniz preservativo.

El esqueleto tiene las faltas siguientes: 1. La de los dedos anulares, y las segundas falanges de todos los otros dedos de las manos; excepto las de los pulgares. 2. La de algunos huesos del metatarso y todos los dedos de ambos pies. 3. La de la última muela o la cordal izquierda de la mandíbula superior, que en la primera vez que la urna fue abierta en esta ciudad estaba movido pero no faltaba; pero que después no ha sido hallada.

Todas las articulaciones o adaptaciones de los huesos del carpo y metacarpo, tarso y metatarso y de los dedos, así de las manos como de los pies, han sido hechas por medio de cera de modelar; no siendo posible por su blandura y casi desintegración unirlos por talados y alambres. Con la misma cera de modelar han sido llenados los espacios vacantes de las manos y los pies por la falta ya dicha de algunos huesecillos, por no introducir allí parte alguna extraña de los restos.

Se ha construido una urna de hoja de plomo, mucho más delgada que el pedazo que quedaba de la que tenía y que fue recortada... En el centro de la nueva urna de plomo está acomodado el esqueleto; y en dos cajoncillos, también de plomo que como apéndice están soldados al interior de aquella pieza, van todo el polvo y demás restos que contenía la caja con entera separación del cuerpo o esqueleto. Este ha sido envuelto en un manto negro de damasco, y de este modo y con una cuña grande de cedro bien barnizada para colocar la cabeza, ha sido acomodado en la urna de plomo que a presencia de todos los miembros de la Comisión ha sido soldada y puesta dentro de la madera, la cual cerraron con sus dos llaves... José Vargas, J.M. Carreño, Mariano Uztáriz".

   Treinta y dos años más tarde, el General Antonio Guzmán Blanco, Presidente de la República de Venezuela, emitió el Decreto Nro. 1876, fe fecha 27 de mayo de 1874, declarando la Iglesia de la Santísima Trinidad de Caracas como Panteón Nacional, ordenando depositar allí los "restos de los Próceres de la Independencia y de los hombres eminentes que designe la Cámara del Senado a propuesta del Presidente de la República" (Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas: Leyes y Decretos de Venezuela. Caracas, 1982. Tomo V, p. 14). Esta iglesia había sido construida por Juan Domingo del Sacramento Infante, a mediados del siglo XVIII, y durante el terremoto de Caracas del año 1812, destruida casi en su totalidad. Culminada la obra el 28 de octubre de 1875, es un año después, el 28 de octubre de 1876, Día de San Simón, cuando se consagró el Panteón Nacional con el traslado de los restos del Libertador desde la Catedral de Caracas. Estos fueron colocados en un sarcófago de madera con revestimientos de oro y plata, realizado por el francés Emile Jaccquin. Igualmente fue trasladada la estatua, realizada en 1842 por el escultor italiano Pietro Tenerani. El sarcófago y la estatua fueron colocados en el sitio correspondiente al presbiterio, es decir, el altar.

    En el año 1910, el General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República, ordenó la reforma general del Panteón Nacional, concluyendo los trabajos en julio de 1811, con motivo del centenario de nuestra independencia. Nuevamente, en el año 1929, el General Gómez ordenó cambios generales en el edificio. En 1930, durante estos trabajos de remodelación, en virtud que el techo de la nave central del Panteón estaba en muy mal estado, hubo que sacar la urna de plomo del arca cineraria, para proteger los retos del Libertador. La urna fue llevada a un compartimiento al lado, colocándola sobre un entablado y sostenida por dos barriles de cemento. Se observó que la tapa de la urna estaba asentada sobre el cuerpo del esqueleto, sostenida por la frente, el pecho y los pies. Concluidas la reparaciones, la urna regresó a su lugar. El antiguo sarcófago de madera que contenía los restos del Libertador fue sustituido por uno de bronce, diseñado por el escultor español Chicharro Gamo y colocado sobre un basamento de mármol. Fue en esta remodelación cuando se colocaron las pinturas alegóricas e históricas de Tito Salas.


    En el año 1947, Vicente Lecuna, Cristóbal Mendoza y Monseñor Nicolás Navarro, solicitaron al médico José Izquierdo, les ayudara a clasificar por sexo algunos huesos encontrados en la cripta de los Bolívar, en la Catedral de Caracas. Esta había sido violada por desconocidos, ya sea por curiosidad, codicia o por odios políticos. El Dr. José Izquierdo encontró en el suelo osamenta de caballo, perros, gallinas y numerosos huesos humanos, casi todos fragmentados, y una base de cráneo, con un corte de sierra revelador de una autopsia (El Cráneo del Libertador: Dr. José Izquierdo. Ediciones Edime. Caracas-Madrid, 1961).

    El Dr. Izquierdo, basado en su experiencia como profesor de Anatomía en la Universidad de Caracas, alarmado por este hallazgo, inmediatamente informó de ello a la Asamblea Nacional Constituyente, presidida por Andrés Eloy Blanco, solicitando la autenticación de los restos del Libertador en el Panteón Nacional, ya que el cráneo encontrado estaba barnizado, tal cual lo hiciera el Dr. Vargas, presentando además, un agujero anormal, que bien pudo servir para el ensamblaje hecho a dichos restos. Además, sostenía el Dr. Izquierdo, que al único miembro de la familia Bolívar que se la había hecho autopsia fue al Libertador. Indudablemente, que esta denuncia provocó un escándalo nacional. La Asamblea Nacional designó una comisión para comprobar la denuncia del Dr. Izquierdo. Estuvo formada por: Andrés Eloy Blanco, Mario Briceño Iragorry, Vicente Lecuna, Rafael Caldera, Enrique Velutini, Julio Lander Márquez, Simón Gómez Malaret, Juan Oropeza, Mariano Medina Febres, Ambrosio Perera, Luis M. Peñalver, Alfredo Celís Pérez, Ana Luisa Lovera y el Pbro. José R. Pulido Méndez.

  La Comisión nombrada visitó la cripta de los Bolívar, acompañados de miembros de la prensa, observando los nichos violados y el cráneo en cuestión. En reuniones posteriores, la Comisión no estaba convencida de la denuncia del Dr. Izquierdo, ya que dichas afirmaciones no podían ser anatómicamente comprobadas por ningún especialista. Mientras tanto, la Corte Federal y de Casación se opusieron a que se abriera la urna con los restos del Libertador, por la inconsistencia de la denuncia. Se hicieron varias reuniones de la Comisión con especialistas médicos e inclusive, con los embajadores de Panamá, Colombia, Perú, Ecuador y de Bolivia, quienes no estuvieron de acuerdo con abrir la urna en el Panteón Nacional, pero es interesante la opinión del embajador del Perú, en el sentido de que si se abría, debería hacerse en un acto público, porque se trata de los restos del Libertador y la expectación que hay es universal. El embajador de Colombia lo secundó en esta idea, para no dejar asidero alguno a la duda o a la leyenda. La Academia Nacional de la Historia fijó posición en cuanto a que no habían indicios de que ese cráneo correspondiera al trabajo realizado por el Dr. Vargas en el cráneo del Libertador. También consideró que en la cripta de los Bolívar se habían enterrado a varias personas, autopsiadas también, como el caso de la Sra. Josefa María Tinoco, madre de Fernando Bolívar, y cuyos restos habían sido trasladados desde el cementerio de Los Hijos de Dios hasta la Catedral y colocados en la cripta de los Bolívar. Inclusive, hasta negros esclavos estaban enterrados allí.

    La comisión se trasladó al Panteón Nacional y examinaron por fuera la urna de plomo que contenía los restos del Libertador, observando la forma de los huesos: pelvis, el sacro, los coxales, y se veía claramente la forma del cráneo. Esto era posible ya que a lámina de plomo era muy delgada. Lo visto también se correspondía con lo observado en el año 1930, cuando los trabajos de remodelación del Panteón. El informe de la Comisión concluyó que en el orden histórico no existía evidencia de profanación de los retos del Libertador; que en el orden técnico, el cráneo hallado por el Dr. José Izquierdo, no puede ser del Libertador porque no tiene los agujeros requeridos para las aldabillas de sostenimiento entre la bóveda y la base, hechos por el Dr. Vargas, y que vistos por fuera de la urna, se comprobó a través de las paredes de plomo, que es posible reconocerlos por sus detalles, ya que la capa de plomo es delgada y maleable.

    El cráneo en cuestión desapareció de la cripta de los Bolívar, durante los sucesos del Golpe de Estado del año 1948.

Continuará...

El Peregrinar de los restos del Libertador (II Parte)

    En el año 1833, el General José Antonio Páez, Presidente de la República y primer instigador del odio de los venezolanos hacia el Libertador, propone al Congreso Nacional la reivindicación del nombre de Bolívar, siendo rechazada tal solicitud. El sentimiento antibolivariano está muy fresco aún. Igualmente, el General Carlos Soublette, encargado del Ejecutivo en el período 1837-1839, plantea el mismo asunto obteniendo similar rechazo. Por su parte, los deudos del Libertador habían hecho sus diligencias para traer los restos de Bolívar a Venezuela, accediendo el Gobierno de Nueva Granada a la solicitud de exhumación hecha por Fernando, María Antonia y Juana Bolívar, siendo negado este acto por el gobierno venezolano, alegando que esos restos pertenecían a la nación y sólo ella podía hacerlo.

    A partir del año 1840, el nombre de Simón Bolívar es una bandera que mueven los partidos políticos, encontrando eco popular, especialmente en obras teatrales, en las cuales se exaltaba la figura del Libertador. El 5 de julio de 1841, en el aniversario de la independencia, el pueblo exterioriza y exalta apasionadamente el nombre de Bolívar y vitorea a los héroes de la independencia. Ese mismo año, el 28 de octubre, día de San Simón, la aclamación popular es determinante, aumentando su influencia en todos los sectores, tambaleándose la posición oficial de negativa a acceder a la amnistía y traída de los restos de Bolívar al país. El 5 de febrero de 1842 se instala el nuevo Congreso Nacional, siendo electo Presidente del mismo el Dr. José María Vargas. Es leído el mensaje del General Páez, Presidente de Venezuela en su 2do. mandato, de solicitud de amnistía y traída de los restos del Libertador como una necesidad nacional, siendo al fin aprobado por el Congreso, dictando el 30 de abril de 1842 el Decreto correspondiente, reconociéndole a Bolívar todos los títulos de honor y gloria decretados por Venezuela y Colombia, ordenando el traslado de sus cenizas desde Santa Marta y otras disposiciones en cuanto a los honores al Libertador.

 El Ejecutivo nombró una comisión integrada por los Generales Francisco Rodríguez del Toro, Mariano Montilla y el Dr. José María Vargas para trasladarse a Santa Marta. El 13 de noviembre de 1842, zarpó la goleta de guerra venezolana Constitución, al mando del Capitán de Navío Sebastián Broguier, acompañada de la corbeta francesa "Circé" y del bergantín mercante" Caracas", llevando a bordo a los cadetes de la Escuela de Matemáticas. En Santa Marta los esperaba el bergantín de guerra británico "Albatros" y el bergantín holandés "Venus". Los integrantes de la comisión fueron finalmente el Dr. José María Vargas, quien la presidía, el General José María Carreño, el Sr. Mariano Uztáriz y el Presbítero Manuel Sánchez, en virtud de las sucesivas excusas de no poder asistir de otros generales nombrados. Inexplicablemente, al Sr. Fernando Bolívar, sobrino del Libertador, le fue negado el permiso para asistir a Santa Marta porque no había cupo en el buque destinado al efecto.

    Una vez en Santa Marta, el acto de exhumación de los restos del Libertador Simón Bolívar se lleva a cabo el 20 de noviembre de 1842, a las cuatro y treinta minutos de la tarde. Se encontraban presentes, además de los integrantes de la comisión venezolana, los comandantes de los buques venezolanos y extranjeros, el General Joaquín Posada Gutiérrez, Gobernador de Santa Marta y Presidente de la Comisión designada por el Gobierno de Nueva Granada, miembros del clero y comisionados neogranadinos, autoridades regionales, la Guardia de Honor, ciudadanía en general y, por supuesto, el Dr. Alejandro Próspero Reverend y el Sr. Manuel Ujueta. La Guardia de Honor y comisión del Ecuador no pudo estar presente debido al mal tiempo en la ruta. Al momento se rompe la losa y se renueva la piedra sepulcral. La caja de madera externa estaba deshecha y la caja de madera interna, forrada con plomo, estaba entera, pero con daños visibles. Se abrió la urna y en su interior estaba el esqueleto, pocas prendas de vestir, las cajitas contentivas de las vísceras del Libertador. Los huesos de las piernas y pies estaban cubiertos con las botas de campaña, la derecha entera y la izquierda despedazada; pedazos de galón decaídos se hallaban a los lados de los muslos. Es decir, todo el vestido del Libertador se había pulverizado. Acto seguido, el Gobernador Posada preguntó en voz alta al Dr. Próspero Reverend y al Sr. Manuel Ujueta si reconocían en estos restos al Libertador de Colombia. Los señalados examinaron los restos, reconociendo el Dr. Reverend el cráneo que él aserró en forma horizontal durante la autopsia para examinar el cerebro, al igual que las marcas oblicuas de la sierra en las costillas. Tanto el Dr. Próspero Reverend como el Sr. Ujueta respondieron con un "Sí" rotundo a la pregunta hecha por el General Posada.

    Casi todos los presentes al acto lloraban en silencio, con respeto ante tal circunstancia tan especial. Varias personas se acercaron sobre el féretro para tomar pedazos de la urna de madera como reliquia del Padre de la Patria, y hubo algunas, que inclusive sustrajeron huesos pequeños sueltos de la urna. Posteriormente, los huesos se acuñaron con cojines de seda, cubriéndolos con una sábana para evitar se desordenaran. Mientras tanto, algunos habitantes de Santa Marta mostraban su ira en las afueras, considerando tal acto como una profanación, simultáneamente confundidos con los honores que se le rendían al Libertador. Se levantó un acta de la exhumación, agregándose a la verificación de los restos, que desde el año 1830 y subsiguientes, no hubo otra sepultura en la Catedral.

 Posteriormente, los restos fueron cuidadosamente colocados en una urna cineraria que la Nueva Granada consagró a tal fin. Dicha urna fue colocada en un catafalco sencillo y custodiado por la Compañía del Batallón Nro. 9, presentes en el lugar. La ceremonia terminó aproximadamente a las ocho de la noche, aunque las puertas del templo permanecieron abiertas hasta las diez, permitiéndosele a la población rendir su último tributo al Libertador. Esa misma noche, el General Joaquín Posada entregó al Dr. José María Vargas una solicitud en la cual la Nueva Granada pedía dejar en el mismo sitio del sepulcro en Santa Marta, la urna contentiva con el corazón de Bolívar. Tal solicitud fue aceptada de inmediato.

    Al día siguiente, 21 de noviembre, continuaron los honores al Libertador. Pasada las cuatro de la tarde, se inició el cortejo fúnebre hacia el muelle. El féretro era cargado en hombros por los oficiales y vecinos, quienes se alternaban dicho honor. Las ventanas y puertas de la ciudad mostraban luto y un silencio marcaba el respeto de la procesión, roto únicamente por el rugir de los tambores de la banda marcial del batallón, la cual abría la marcha. La población acompañaba los restos del Padre de la Patria hacia su destino final. En el muelle se rindieron los últimos honores y el General Posada dirigió la sentida alocución de despedida, la cual no pudo terminar debido a lo emotivo del momento.


    Le correspondió al Dr. José María Vargas responder al General Posada. Fueron colocados los restos en una falúa de la goleta Constitución, la cual fue escoltada hasta dicha goleta y ésta a su vez escoltada por los buques venezolanos y extranjeros. Pero el traslado no fue del todo tranquilo como se deseaba. La nave Constitución encalló el 7 de diciembre en la isla Gran Roques, bamboleándose y amenazando con hundirse, llevándose consigo los restos del Libertador. Pasado el gran susto, logran arribar al puerto de La Guaira el 13 de diciembre de 1842, manteniéndose allí hasta el día 15, cuando se produjo el desembarco de los restos del Padre de la Patria. Al fin se había cumplido su última voluntad.

Continuará...

El Peregrinar de los restos del Libertador Simón Bolívar (I Parte)

    Cuando el Libertador Simón Bolívar dictó su última proclama, fechada en San Pedro Alejandrino el 10 de diciembre de 1830, concluía la misma sentenciando: “si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro“. Bolívar no estaba alejado de la gran verdad que ello implicaba si no se daban las condiciones para que bajara tranquilo al sepulcro y descansar en paz para siempre. Sus restos han estado peregrinando desde ese entonces hasta la fecha actual, sin poder descansar en paz. Si observamos los subsiguientes acontecimientos, lo podemos apreciar mejor. Hasta el presente año, partiendo desde 1830, la unión nunca llegó a los países por él libertados y más bien la desunión se ha incrementado como resultado de la fragmentación de partidos políticos, con sus cargas de odio, rencillas, ambición de poder, lo cual ha resultado en constantes guerras civiles a lo largo de nuestra historia venezolana, específicamente, y todas basadas en el ideal bolivariano.

    Nos remontamos al año 1830. Simón Bolívar muere el 17 de diciembre de 1830. El Dr. Alejandro Próspero Reverend, su último médico de cabecera, realizó el protocolo de autopsia ese mismo día a las cuatro de la tarde, culminando la misma a las ocho de la noche, encontrándose entre otros datos, que tenía dañado los pulmones y que las pleuras pulmonares estaban adheridas a los costales. Basándose en los resultados de esta autopsia, el Dr. Reverend concluyó que “según este examen es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto S.E. El Libertador, era en principio un catarro pulmonar que habiendo sido descuidado pasó al estado crónico, y consecuentemente degeneró en tisis tuberculosa. Fue, pues esta afección morbífica la que condujo al sepulcro al General Bolívar… etc.” (La Ultima Enfermedad, los Últimos momentos y los Funerales de Simón Bolívar Libertador de Colombia y del Perú, por su médico de cabecera el Doctor A. P. REVEREND. Ediciones Concejo Municipal D.F. 1983, p. 25 y Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, de Blanco y Azpúrua, Ediciones de la Presidencia de la República, 1978, Tomo XIV, p. 477).


    Terminada la autopsia, el cadáver fue trasladado a Santa Marta, a la casa que inicialmente habitó Bolívar. Se va a proceder el embalsamamiento, pero el único boticario del pueblo estaba enfermo, por lo cual tuvo el Dr. Reverend que hacerlo él solo, con las limitaciones del caso, finalizando al inicio del nuevo día. Hubo problemas hasta para vestirle, teniendo que usarse una camisa del General Laurencio Silva.

    Las exequias se llevaron a cabo el 20 de diciembre. Su primera tumba fue en una bóveda perteneciente a la familia Díaz Granados, al pié del Altar de San José, en la nave derecha de la Catedral de Santa Marta, y sobre su tumba no se colocó ninguna lápida sepulcral que señalara su nombre, a fin de evitar sus restos fueran profanados por sus enemigos, ya fueran colombianos o venezolanos. El odio hacia el Libertador era impresionante por parte de aquellos que se habían confabulados para accesar al poder. Inclusive, hasta tenían planes para desenterrarlo y arrojar sus restos a las profundidades del mar, donde no pudieran ser rastreados y extraídos en el futuro.

    En el año 1832, el General Francisco de Paula Santander, a su llegada a Colombia después de haber sido designado como Presidente de la República, visitó Santa Marta y específicamente el sitio donde estaba sepultado el Libertador. En tono airado pateó varias veces la tumba, exclamando: “¡Aquí estás enterrado!”. (Manuel Ujueta y Bisais: Nicolasa Ujueta de Hamilton, Beyco Editores. Manizalez, Colombia, 1942).

    En el año 1834, un terremoto asoló Santa Marta, agrietándose la tumba del Libertador, permaneciendo así en el tiempo, sin arreglos. Posteriormente, a finales del año 1837, la tumba se hundió y los enemigos de Bolívar arrojaban tierra y piedras directamente sobre el ataúd, el cual se encontraba a la vista. Los restos de Bolívar no fueron tocados, por encontrarse los mismos en el interior de una caja de plomo, sufriendo sólo magulladuras, pero la caja de madera si sufrió daños, ya que estaba podrida.

    Termina el período presidencial del General Santander, asumiendo la Presidencia de Colombia el Dr. José Ignacio de Márquez, ciudadano bolivariano, cesando de inmediato la persecución a éstos, permitiéndole al Sr. Manuel Ujueta y Bisais, antiguo Jefe Político de Santa Marta, quien en el pasado había cuidado celosamente la tumba del Libertador, regresar de Jamaica y encontrarse con el feo panorama que representaba la tumba del Libertador, en deplorable estado, desde el terremoto de 1834. Inmediatamente, Ujueta corre a la Catedral y como todavía no habían embaldosado el sitio, mandó a suspender la obra y ante la falta de respeto de los trabajadores, que por falta de recursos iban a sellar la urna abierta sin más ni más. Optó por llevar la urna con los restos del Libertador para su casa.


    Esto le trajo consecuencias fuertes, ya que el Gobernador de Santa Marta se le apareció en su casa con una guardia al segundo día, y tras un posible enfrentamiento, tuvo que entregar la urna con los restos, pero los mismos le fueron devueltos al tercer día, ya que un grupo de venezolanos venían a reclamarlos y que para darle cumplimiento a la última voluntad del Libertador, pero con reales intenciones de desaparecerlos en las profundidades del mar. Ujueta los enfrentó, contando con el apoyo del Gobernador, quien había preferido pasarle la responsabilidad a Ujueta, quien admite que no estaba seguro si los restos entregados por el Gobernador eran los mismos sustraídos el día anterior. Al cuarto día, ya los trabajos de reparación de la bóveda de la familia Díaz Granados estaban listos, y nuevamente fueron trasladados a la misma, después de haber limpiado la suciedad que tenían los restos expuestos al aire del Libertador. (Escritos de Ujueta, Santa Marta,Colombia, 7 y 8 de agosto de 1843).

    En el año 1839, regresa a Santa Marta, su tierra natal, el General Joaquín Anastacio Márquez, antiguo oficial del Batallón Rifles, 1ra. de la Guardia, y tuvo la iniciativa, pagando los gastos por cuenta propia, de disponer la construcción de un nuevo sepulcro para los restos del Libertador, considerando que era el sitio que le correspondía a la magnificencia del Libertador, y se apoyó en el Sr. Manuel Ujueta y Bisais. El sitio escogido fue en la nave central, bajo la cúpula dando frente al presbiterio. Son trasladados a esta nueva tumba en julio de 1839 y fue colocada una lápida de mármol, mandada a hacer en los Estados Unidos, costeada por el mismo General Márquez, citando que allí se encuentran los restos del Libertador de Colombia y el Perú. (Esta lápida se encuentra en la actualidad en el Museo Bolivariano de Caracas). Se pensaba que al fin los restos del Libertador descansarían en paz… nada más incierto…

Hasta aquí la primera parte de este recorrido. Continuaremos próximamente.

5 de julio de 1811: Declaración de Independencia de Venezuela

    Recordando un poco los sucesos que antecedieron a esta magna fecha, nos encontramos con lo acontecido en España cuando el Rey Carlos IV abdica a favor de Fernando VII, el 19 de marzo de 1808, y luego éste último también abdica dos meses después en Bayona, Francia, ante Napoleón Bonaparte, quien ha invadido España, colocando en el trono a su hermano José Bonaparte. Estos sucesos trajeron consecuencias en España y provincias del reino. Se han creado juntas para resguardar los derechos de Fernando VII en el exilio y tienen repercusión en Caracas, cuando el Cabildo local propone crear una junta similar a las iniciadas en España, pero no se lograron resultados.


    El 19 de mayo de 1809 es nombrado Capitán General de la Provincia de Venezuela Vicente Emparan y Orbe. Durante su mandato continuaron las conspiraciones, siendo develada una de gran importancia, cuya fecha de realización era para el 1ro. de abril de 1810. Muchos de los conjurados fueron enviados a diferentes provincias. La ciudadanía caraqueña, valga decir la burguesía, resolvió reunirse en Cabildo, manifestando al Capitán General de la necesidad de formar una Junta. Finalmente, el 19 de abril de 1810 se dan los sucesos ya conocidos de Caracas y se forma la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII. Se invitaron a otras provincias de Venezuela a secundar el movimiento, no recibiendo el apoyo de las Provincias de Coro y Maracaibo. Fue arduo el trabajo de buscar también el apoyo en el exterior. Pero, la situación en Venezuela no estaba bien. Se inician combates en Coro en busca del sometimiento de dicha Provincia, sin resultados. La situación política era alarmante. Habían voces a favor de mantenerse con Fernando VII y voces en contra. La Junta Suprema resolvió convocar a elecciones para elegir Diputados a un Congreso Nacional, a reunirse en 1811. En noviembre de 1810 fueron electos los 42 representantes de las Provincias de Caracas, Cumaná, Margarita, Barcelona, Mérida, Trujillo y Barinas. La Provincia de Guayana, que inicialmente se había adherido a la Junta Suprema, cambió su posición en apoyo absoluto al Rey.

    El Congreso Nacional se instala el 02 de marzo de 1811 en Caracas, con asistencia de 30 Diputados presentes. Las sesiones se realizaron en la casa del Conde de San Javier, mudándose luego a la Capilla del Seminario Santa Rosa. El presidium estuvo formado por: Felipe Fermín Paúl, Presidente; Mariano de La Cova, Vice-Presiente; y Miguel José Sanz y Antonio Nicolás Briceño, Secretarios. El 19 de abril de 1811 fue dramático. Se conmemora un año de la creación de la Junta Suprema, pero algunos miembros de la Sociedad Patriótica, organización política, revolucionaria, pro-independentista, conmemoran el aniversario destrozando las efigies de Carlos IV y Fernando VII, voceando: "Venezuela libre". Entre los participantes se encontraban Miranda, Bolívar, Ribas y Salias, entre otros. La Sociedad Patriótica se había transformado en un centro de agitación y en un fuerte grupo de presión, siendo su instigador principal Francisco de Miranda.

    Las discusiones en el Congreso Nacional son intensas: grupos a favor y otros en contra de la independencia definitiva de España. El 4 de julio de 1811 la Sociedad Patriótica exige en nombre del pueblo, la declaración de independencia. El 5 de julio fue grandioso. Las discusiones fueron de mucho calor y después de 30 intervenciones, la sesión termina con la "declaración absoluta de independencia de Venezuela". Se nombra una comisión para que redacte un acta, la cual fue realizada el día 6 de julio por Juan Germán Roscio y Francisco Isnardi. En la sesión del día 7 de julio se leyó y fue aprobada, suponiéndose que fue firmada ese mismo día por los Diputados presentes en el Congreso. Esta Acta de Independencia fue presentada al Ejecutivo Nacional, presidido por Cristóbal Mendoza, quien ordena su publicación en un bando, para el 14 de julio, aunque ya había sido publicada el día 11 en el Semanario "El Publicista de Venezuela". El día 16 de julio fue publicada en la "Gaceta de Caracas". El manuscrito original del Acta de Independencia se extravió, motivado a los sucesos de guerra posteriores, no siendo localizada hasta el presente, pero Francisco Isnardi transcribe al Libro de Actas del Congreso, la sesión del 5 de julio, suscribiéndola los Diputados a partir del 17 de agosto de 1811. Esta Acta es la que se encuentra actualmente en el Congreso de la República, siendo la misma auténtica, jurídica y constitucional.

24 de Junio: Batalla de Carabobo

    El año 1821 se presenta favorable para los planes del Libertador Simón Bolívar. Sus ojos miran al Sur de Colombia, donde se llevan a cabo acontecimientos importantes, como lo es la separación de la Provincia de Guayaquil del gobierno español. Inicialmente, el mando de la división que operaba en la zona lo tenía el General Manuel Valdés, siendo reemplazado ahora por el Gral. Antonio José de Sucre. En la Provincia de Maracaibo, leal al Rey de España, el Gral. Rafael Urdaneta había finalmente logrado que dicha provincia se anexara a Colombia, quedando en manos realistas sólo las Provincias de Coro, Caracas y Cumaná. Igualmente el General Don Pablo Morillo, Jefe del Ejército Pacificador en Venezuela, ha sido llamado a España, quedando al mando en el General Don Miguel de La Torre.


    El caso de Maracaibo fue protestado por el General La Torre ante Bolívar, proponiendo éste un arbitraje pare resolverlo. La Torre no acepta y ambos jefes convinieron en iniciar las hostilidades a partir del 28 de abril de 1821, terminando así con el armisticio, firmado en noviembre del año 1820, entre Bolívar y Morillo. Ambos ejércitos comienzan a prepararse para las próximas campañas, considerando Bolívar que tendría que ser una campaña definitiva, que brindara la libertad absoluta a la Provincia de Venezuela.

El parte militar de ambos ejércitos era el siguiente:
Ejército patriota: 10.000 hombres
Ejército realista: 13.500 hombres.

    Bolívar gira sus instrucciones a todos los comandantes de acudir a San Carlos de Cojedes a una concentración de fuerzas, con el fin de oponerle todo el poder al General La Torre, para derrotarlo en forma total. Pero, el Ejército realista era superior en hombres bajo las armas, por lo cual Bolívar decide ejecutar operaciones que permitan disminuir en forma sustantiva fuerzas a ese ejército. Ordena al General José Francisco Bermúdez, en el oriente, hostilizar a la Provincia de Caracas, para obligar los realistas a enviar tropas a ese sector geográfico. Otros jefes militares operaban en Oriente, hostigando, igualmente, a fuerzas realistas, entre ellos los generales Zaraza, Monagas, Arismendi y el Coronel Armario.

    Mientras tanto, los Generales Rafael Urdaneta, José Antonio Páez y el Coronel Cruz Carrillo se desplazan al punto de encuentro en San Carlos, haciéndolo igualmente el propio Libertador Simón Bolívar. Mientras tanto, el General La Torre atiende todos los frentes que se han abierto, especialmente en el centro y oriente de la provincia. Finalmente fija su Cuartel General en Valencia, concentrando sus tropas en esa ciudad.
En San Carlos, el Libertador Simón Bolívar organiza su ejército en tres divisiones. El orden de batalla fue el siguiente:




Comandante: General en Jefe Simón Bolívar.
Jefe de Estado Mayor General: General Santiago Mariño.
Ministro de Guerra: Coronel Pedro Briceño Méndez.
Subjefe de Estado Mayor General: Coronel Bartolomé Salom.
Primera División: General José Antonio Páez
Segunda división: General Manuel Cedeño,
Tercera División: Coronel Ambrosio Plaza.
Total hombres: Infantería: 4.000. Caballería: 2.300. Total: 6.300 hombres.
Mientras tanto, por parte del ejército realista:
Comandante: General en Jefe Miguel de La Torre.
Segundo Jefe: General Francisco Tomás Morales.
Jefe de Estado Mayor General: Coronel Feliciano Montenegro y Colón.
Total hombres: Infantería: 3.500 hombres. Caballería: 1.500 hombres. Total: 5.000 hombres.

    El 20 de Junio, el ejército patriota inició la marcha hacia el centro, pernoctando en Tinaquillo el día 22 de junio. El día 23 de junio, el Libertador pasó revista al ejército en la Sabana de Taguanes. En la mañana del día 24, Bolívar observaba al ejército realista desde la altura de Buenavista. El enemigo ocupaba la planicie de Carabobo y algunas colinas que la rodeaban. Sólo dos caminos conducían a Carabobo: uno por San Carlos y el otro por El Pao, estando ambos bien defendidos por los realistas. Convencido Bolívar que La Torre esperaba un ataque frontal, ordenó a Páez internarse por la derecha, por un camino angosto, y caerle al enemigo por la derecha. El movimiento se hizo bajo intenso fuego realista. El Batallón Apure estaba a punto de sucumbir, cuando llegó en su auxilio la Legión Británica, permitiéndoles rehacerse. Estos batallones sufrieron grandes pérdidas, mientras otros batallones patriotas ocupaban la llanura por puntos diferentes y la caballería patriota puso en fuga a los realistas, cuya infantería cedió el terreno y batallones enteros se rendían.

El General La Torre se retiró con la reserva y parte de la caballería, siendo perseguidos por el ejército patriota, pero le habilidad de La Torre le permitió superar las repetidas cargas patriotas, llegando a Valencia en horas de la noche. Las bajas patriotas fueron numerosas, entre ellos el General Cedeño, el Coronel Ambrosio Plaza y el bravo Teniente Pedro Camejo.
El ejército real tuvo 3.500 bajas, entre muertos, heridos y prisioneros. El ejército patriota tuvo mayor cantidad de muertos y heridos. El Libertador ocupó Valencia el 24 en la noche, mientras el General La Torre se había retirado a la fortaleza de Puerto Cabello.


    El éxito obtenido en la Batalla de Carabobo le permitió al Libertador controlar todo el país, a excepción de Puerto Cabello y Cumaná, cuyas plazas continuaban en manos realistas. Organiza al nuevo gobierno, dejando el mando militar y civil de la Provincia al General José Antonio Páez, ascendido en pleno campo de batalla a General en Jefe.

    Igualmente lo dejó encargado del sitio de Puerto Cabello. Organizado el gobierno, Bolívar sigue con sus planes y se dirige a Nueva Granada, para orientar todos sus esfuerzos en la Campaña del Sur, recién iniciada.