El Peregrinar de los restos del Libertador (III Parte)

    El día martes 13 de diciembre de 1842, la goleta de guerra Constitución arribó al puerto de La Guaira, tras 23 días de navegación; sin embargo, el desembarco de los restos del Libertador se produjo el día 15, mientras se hacían los preparativos para los actos oficiales a llevarse a cabo. Los mismos estuvieron cargados de mucha emoción y solemnidad, mientras el público presente dejaba escapar lágrimas de dolor y respeto, destacándose entre ellos los Generales José María Carreño y Juan Uslar, quien vestía el uniforme militar usado por él en la Batalla de Carabobo, en 1821. Los honores fúnebres se realizaron en la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol. El día 16 de diciembre, los restos fueron trasladados en hombros por los marineros de la goleta Constitución, escoltados por la Guardia de Honor formada por los alumnos de la Escuela Militar y dos compañías de milicias. El pueblo del litoral se volcó sobre las calles y la procesión tomó el viejo camino de los españoles en su ruta hacia Caracas, mientras las personas vitoreaban al Libertador, estando las casas vestidas con el luto para tal ocasión.


   En la entrada de Caracas, el pueblo aguardaba por el Libertador. En hombros fue conducido hasta el Templo de la Santísima Trinidad (futuro Panteón Nacional), mientras las campanas anunciaban la buena nueva. Esa noche se hizo una vigilia, mientras en los exteriores caía un torrencial aguacero, el cual no inmutó la intención de los presentes de permanecer allí, fieles a su sentimiento patriótico. Al día siguiente, 17 de diciembre, aniversario del fallecimiento de Bolívar, los oficiales generales, antiguos compañeros de armas del Libertador, condujeron el carro tirado por caballos, el cual llevaba la urna forrada en terciopelo negro. En procesión se hizo el traslado hasta el Templo de San Francisco, lugar asignado para los funerales y sitio donde le fue conferido a Bolívar el título de Libertador en el año 1813. El pueblo caraqueño se había volcado a las calles para acompañar al Libertador, tan igual como lo había hecho cuando Bolívar entraba a Caracas después de triunfar en alguna de sus campañas libertadoras. Las banderas de Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Perú y Bolivia ondeaban a su paso. Un soberbio arco triunfal fue el escenario para colocar la urna en una carroza asignada para tal fin. Esperaban el Presidente de la República, General José Antonio Páez, miembros de los Poderes Públicos, Cuerpo Diplomático, demás autoridades y funcionarios públicos.

  El día 23 de Diciembre, nuevamente fueron trasladados los restos del Libertador desde el Templo de San Francisco hasta la Iglesia Catedral, al Panteón de la Santísima Trinidad de la familia Bolívar, siendo colocados al lado de sus padres, de su esposa María Teresa y de su hermana María Antonia. Allí descansarían en paz. La Comisión presidida por el Dr. José María Vargas continuó su trabajo, a fin de preservar de la completa destrucción la osamenta del Libertador. Inmediatamente después de las exequias, el Dr. Vargas se había encargado de dichos trabajos. En fecha 15 de marzo de 1843, el Dr. Vargas presentó su informe al Secretario de Estado en el Despacho de lo Interior (Obras Completas Dr. José María Vargas. Comisión Nacional del Natalicio del Dr. Vargas, 2da. edición. Caracas, 1986). Algunas de sus consideraciones fueron:

    "En medio del montón de polvo y horrura que la urna de plomo contenía, resultado de la descomposición de todos los tejidos blandos del cuerpo y de los otros vestidos, se ha preservado el esqueleto casi completo, aunque algunos huesos pequeños han ya desaparecido, otros están casi pulverizados y todos los demás ennegrecidos y en proceso a la descomposición a causa de la humedad que en dicha urna se conserva.

Se procedió, pues, a nombrar dos jóvenes bien instruidos en anatomía, a saber: el Doctor Cosme Jiménez y el Bachiller Manuel Alvarado, que con el mayor cuidado y prolijidad, entresacasen del montón de horruras todos los huesos, los limpiaran y lavaran con Cloruro de Sodio; los secaran bien, y después los cubriesen de barniz preservativo. Separados los huesos del polvo, y preparados como queda dicho, han sido ensamblados, formando el esqueleto, con alambres de plomo y de plata según las partes, y así conexionados, han sido cubiertos de varias capas de dicho barniz preservativo.

El esqueleto tiene las faltas siguientes: 1. La de los dedos anulares, y las segundas falanges de todos los otros dedos de las manos; excepto las de los pulgares. 2. La de algunos huesos del metatarso y todos los dedos de ambos pies. 3. La de la última muela o la cordal izquierda de la mandíbula superior, que en la primera vez que la urna fue abierta en esta ciudad estaba movido pero no faltaba; pero que después no ha sido hallada.

Todas las articulaciones o adaptaciones de los huesos del carpo y metacarpo, tarso y metatarso y de los dedos, así de las manos como de los pies, han sido hechas por medio de cera de modelar; no siendo posible por su blandura y casi desintegración unirlos por talados y alambres. Con la misma cera de modelar han sido llenados los espacios vacantes de las manos y los pies por la falta ya dicha de algunos huesecillos, por no introducir allí parte alguna extraña de los restos.

Se ha construido una urna de hoja de plomo, mucho más delgada que el pedazo que quedaba de la que tenía y que fue recortada... En el centro de la nueva urna de plomo está acomodado el esqueleto; y en dos cajoncillos, también de plomo que como apéndice están soldados al interior de aquella pieza, van todo el polvo y demás restos que contenía la caja con entera separación del cuerpo o esqueleto. Este ha sido envuelto en un manto negro de damasco, y de este modo y con una cuña grande de cedro bien barnizada para colocar la cabeza, ha sido acomodado en la urna de plomo que a presencia de todos los miembros de la Comisión ha sido soldada y puesta dentro de la madera, la cual cerraron con sus dos llaves... José Vargas, J.M. Carreño, Mariano Uztáriz".

   Treinta y dos años más tarde, el General Antonio Guzmán Blanco, Presidente de la República de Venezuela, emitió el Decreto Nro. 1876, fe fecha 27 de mayo de 1874, declarando la Iglesia de la Santísima Trinidad de Caracas como Panteón Nacional, ordenando depositar allí los "restos de los Próceres de la Independencia y de los hombres eminentes que designe la Cámara del Senado a propuesta del Presidente de la República" (Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas: Leyes y Decretos de Venezuela. Caracas, 1982. Tomo V, p. 14). Esta iglesia había sido construida por Juan Domingo del Sacramento Infante, a mediados del siglo XVIII, y durante el terremoto de Caracas del año 1812, destruida casi en su totalidad. Culminada la obra el 28 de octubre de 1875, es un año después, el 28 de octubre de 1876, Día de San Simón, cuando se consagró el Panteón Nacional con el traslado de los restos del Libertador desde la Catedral de Caracas. Estos fueron colocados en un sarcófago de madera con revestimientos de oro y plata, realizado por el francés Emile Jaccquin. Igualmente fue trasladada la estatua, realizada en 1842 por el escultor italiano Pietro Tenerani. El sarcófago y la estatua fueron colocados en el sitio correspondiente al presbiterio, es decir, el altar.

    En el año 1910, el General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República, ordenó la reforma general del Panteón Nacional, concluyendo los trabajos en julio de 1811, con motivo del centenario de nuestra independencia. Nuevamente, en el año 1929, el General Gómez ordenó cambios generales en el edificio. En 1930, durante estos trabajos de remodelación, en virtud que el techo de la nave central del Panteón estaba en muy mal estado, hubo que sacar la urna de plomo del arca cineraria, para proteger los retos del Libertador. La urna fue llevada a un compartimiento al lado, colocándola sobre un entablado y sostenida por dos barriles de cemento. Se observó que la tapa de la urna estaba asentada sobre el cuerpo del esqueleto, sostenida por la frente, el pecho y los pies. Concluidas la reparaciones, la urna regresó a su lugar. El antiguo sarcófago de madera que contenía los restos del Libertador fue sustituido por uno de bronce, diseñado por el escultor español Chicharro Gamo y colocado sobre un basamento de mármol. Fue en esta remodelación cuando se colocaron las pinturas alegóricas e históricas de Tito Salas.


    En el año 1947, Vicente Lecuna, Cristóbal Mendoza y Monseñor Nicolás Navarro, solicitaron al médico José Izquierdo, les ayudara a clasificar por sexo algunos huesos encontrados en la cripta de los Bolívar, en la Catedral de Caracas. Esta había sido violada por desconocidos, ya sea por curiosidad, codicia o por odios políticos. El Dr. José Izquierdo encontró en el suelo osamenta de caballo, perros, gallinas y numerosos huesos humanos, casi todos fragmentados, y una base de cráneo, con un corte de sierra revelador de una autopsia (El Cráneo del Libertador: Dr. José Izquierdo. Ediciones Edime. Caracas-Madrid, 1961).

    El Dr. Izquierdo, basado en su experiencia como profesor de Anatomía en la Universidad de Caracas, alarmado por este hallazgo, inmediatamente informó de ello a la Asamblea Nacional Constituyente, presidida por Andrés Eloy Blanco, solicitando la autenticación de los restos del Libertador en el Panteón Nacional, ya que el cráneo encontrado estaba barnizado, tal cual lo hiciera el Dr. Vargas, presentando además, un agujero anormal, que bien pudo servir para el ensamblaje hecho a dichos restos. Además, sostenía el Dr. Izquierdo, que al único miembro de la familia Bolívar que se la había hecho autopsia fue al Libertador. Indudablemente, que esta denuncia provocó un escándalo nacional. La Asamblea Nacional designó una comisión para comprobar la denuncia del Dr. Izquierdo. Estuvo formada por: Andrés Eloy Blanco, Mario Briceño Iragorry, Vicente Lecuna, Rafael Caldera, Enrique Velutini, Julio Lander Márquez, Simón Gómez Malaret, Juan Oropeza, Mariano Medina Febres, Ambrosio Perera, Luis M. Peñalver, Alfredo Celís Pérez, Ana Luisa Lovera y el Pbro. José R. Pulido Méndez.

  La Comisión nombrada visitó la cripta de los Bolívar, acompañados de miembros de la prensa, observando los nichos violados y el cráneo en cuestión. En reuniones posteriores, la Comisión no estaba convencida de la denuncia del Dr. Izquierdo, ya que dichas afirmaciones no podían ser anatómicamente comprobadas por ningún especialista. Mientras tanto, la Corte Federal y de Casación se opusieron a que se abriera la urna con los restos del Libertador, por la inconsistencia de la denuncia. Se hicieron varias reuniones de la Comisión con especialistas médicos e inclusive, con los embajadores de Panamá, Colombia, Perú, Ecuador y de Bolivia, quienes no estuvieron de acuerdo con abrir la urna en el Panteón Nacional, pero es interesante la opinión del embajador del Perú, en el sentido de que si se abría, debería hacerse en un acto público, porque se trata de los restos del Libertador y la expectación que hay es universal. El embajador de Colombia lo secundó en esta idea, para no dejar asidero alguno a la duda o a la leyenda. La Academia Nacional de la Historia fijó posición en cuanto a que no habían indicios de que ese cráneo correspondiera al trabajo realizado por el Dr. Vargas en el cráneo del Libertador. También consideró que en la cripta de los Bolívar se habían enterrado a varias personas, autopsiadas también, como el caso de la Sra. Josefa María Tinoco, madre de Fernando Bolívar, y cuyos restos habían sido trasladados desde el cementerio de Los Hijos de Dios hasta la Catedral y colocados en la cripta de los Bolívar. Inclusive, hasta negros esclavos estaban enterrados allí.

    La comisión se trasladó al Panteón Nacional y examinaron por fuera la urna de plomo que contenía los restos del Libertador, observando la forma de los huesos: pelvis, el sacro, los coxales, y se veía claramente la forma del cráneo. Esto era posible ya que a lámina de plomo era muy delgada. Lo visto también se correspondía con lo observado en el año 1930, cuando los trabajos de remodelación del Panteón. El informe de la Comisión concluyó que en el orden histórico no existía evidencia de profanación de los retos del Libertador; que en el orden técnico, el cráneo hallado por el Dr. José Izquierdo, no puede ser del Libertador porque no tiene los agujeros requeridos para las aldabillas de sostenimiento entre la bóveda y la base, hechos por el Dr. Vargas, y que vistos por fuera de la urna, se comprobó a través de las paredes de plomo, que es posible reconocerlos por sus detalles, ya que la capa de plomo es delgada y maleable.

    El cráneo en cuestión desapareció de la cripta de los Bolívar, durante los sucesos del Golpe de Estado del año 1948.

Continuará...

El Peregrinar de los restos del Libertador (II Parte)

    En el año 1833, el General José Antonio Páez, Presidente de la República y primer instigador del odio de los venezolanos hacia el Libertador, propone al Congreso Nacional la reivindicación del nombre de Bolívar, siendo rechazada tal solicitud. El sentimiento antibolivariano está muy fresco aún. Igualmente, el General Carlos Soublette, encargado del Ejecutivo en el período 1837-1839, plantea el mismo asunto obteniendo similar rechazo. Por su parte, los deudos del Libertador habían hecho sus diligencias para traer los restos de Bolívar a Venezuela, accediendo el Gobierno de Nueva Granada a la solicitud de exhumación hecha por Fernando, María Antonia y Juana Bolívar, siendo negado este acto por el gobierno venezolano, alegando que esos restos pertenecían a la nación y sólo ella podía hacerlo.

    A partir del año 1840, el nombre de Simón Bolívar es una bandera que mueven los partidos políticos, encontrando eco popular, especialmente en obras teatrales, en las cuales se exaltaba la figura del Libertador. El 5 de julio de 1841, en el aniversario de la independencia, el pueblo exterioriza y exalta apasionadamente el nombre de Bolívar y vitorea a los héroes de la independencia. Ese mismo año, el 28 de octubre, día de San Simón, la aclamación popular es determinante, aumentando su influencia en todos los sectores, tambaleándose la posición oficial de negativa a acceder a la amnistía y traída de los restos de Bolívar al país. El 5 de febrero de 1842 se instala el nuevo Congreso Nacional, siendo electo Presidente del mismo el Dr. José María Vargas. Es leído el mensaje del General Páez, Presidente de Venezuela en su 2do. mandato, de solicitud de amnistía y traída de los restos del Libertador como una necesidad nacional, siendo al fin aprobado por el Congreso, dictando el 30 de abril de 1842 el Decreto correspondiente, reconociéndole a Bolívar todos los títulos de honor y gloria decretados por Venezuela y Colombia, ordenando el traslado de sus cenizas desde Santa Marta y otras disposiciones en cuanto a los honores al Libertador.

 El Ejecutivo nombró una comisión integrada por los Generales Francisco Rodríguez del Toro, Mariano Montilla y el Dr. José María Vargas para trasladarse a Santa Marta. El 13 de noviembre de 1842, zarpó la goleta de guerra venezolana Constitución, al mando del Capitán de Navío Sebastián Broguier, acompañada de la corbeta francesa "Circé" y del bergantín mercante" Caracas", llevando a bordo a los cadetes de la Escuela de Matemáticas. En Santa Marta los esperaba el bergantín de guerra británico "Albatros" y el bergantín holandés "Venus". Los integrantes de la comisión fueron finalmente el Dr. José María Vargas, quien la presidía, el General José María Carreño, el Sr. Mariano Uztáriz y el Presbítero Manuel Sánchez, en virtud de las sucesivas excusas de no poder asistir de otros generales nombrados. Inexplicablemente, al Sr. Fernando Bolívar, sobrino del Libertador, le fue negado el permiso para asistir a Santa Marta porque no había cupo en el buque destinado al efecto.

    Una vez en Santa Marta, el acto de exhumación de los restos del Libertador Simón Bolívar se lleva a cabo el 20 de noviembre de 1842, a las cuatro y treinta minutos de la tarde. Se encontraban presentes, además de los integrantes de la comisión venezolana, los comandantes de los buques venezolanos y extranjeros, el General Joaquín Posada Gutiérrez, Gobernador de Santa Marta y Presidente de la Comisión designada por el Gobierno de Nueva Granada, miembros del clero y comisionados neogranadinos, autoridades regionales, la Guardia de Honor, ciudadanía en general y, por supuesto, el Dr. Alejandro Próspero Reverend y el Sr. Manuel Ujueta. La Guardia de Honor y comisión del Ecuador no pudo estar presente debido al mal tiempo en la ruta. Al momento se rompe la losa y se renueva la piedra sepulcral. La caja de madera externa estaba deshecha y la caja de madera interna, forrada con plomo, estaba entera, pero con daños visibles. Se abrió la urna y en su interior estaba el esqueleto, pocas prendas de vestir, las cajitas contentivas de las vísceras del Libertador. Los huesos de las piernas y pies estaban cubiertos con las botas de campaña, la derecha entera y la izquierda despedazada; pedazos de galón decaídos se hallaban a los lados de los muslos. Es decir, todo el vestido del Libertador se había pulverizado. Acto seguido, el Gobernador Posada preguntó en voz alta al Dr. Próspero Reverend y al Sr. Manuel Ujueta si reconocían en estos restos al Libertador de Colombia. Los señalados examinaron los restos, reconociendo el Dr. Reverend el cráneo que él aserró en forma horizontal durante la autopsia para examinar el cerebro, al igual que las marcas oblicuas de la sierra en las costillas. Tanto el Dr. Próspero Reverend como el Sr. Ujueta respondieron con un "Sí" rotundo a la pregunta hecha por el General Posada.

    Casi todos los presentes al acto lloraban en silencio, con respeto ante tal circunstancia tan especial. Varias personas se acercaron sobre el féretro para tomar pedazos de la urna de madera como reliquia del Padre de la Patria, y hubo algunas, que inclusive sustrajeron huesos pequeños sueltos de la urna. Posteriormente, los huesos se acuñaron con cojines de seda, cubriéndolos con una sábana para evitar se desordenaran. Mientras tanto, algunos habitantes de Santa Marta mostraban su ira en las afueras, considerando tal acto como una profanación, simultáneamente confundidos con los honores que se le rendían al Libertador. Se levantó un acta de la exhumación, agregándose a la verificación de los restos, que desde el año 1830 y subsiguientes, no hubo otra sepultura en la Catedral.

 Posteriormente, los restos fueron cuidadosamente colocados en una urna cineraria que la Nueva Granada consagró a tal fin. Dicha urna fue colocada en un catafalco sencillo y custodiado por la Compañía del Batallón Nro. 9, presentes en el lugar. La ceremonia terminó aproximadamente a las ocho de la noche, aunque las puertas del templo permanecieron abiertas hasta las diez, permitiéndosele a la población rendir su último tributo al Libertador. Esa misma noche, el General Joaquín Posada entregó al Dr. José María Vargas una solicitud en la cual la Nueva Granada pedía dejar en el mismo sitio del sepulcro en Santa Marta, la urna contentiva con el corazón de Bolívar. Tal solicitud fue aceptada de inmediato.

    Al día siguiente, 21 de noviembre, continuaron los honores al Libertador. Pasada las cuatro de la tarde, se inició el cortejo fúnebre hacia el muelle. El féretro era cargado en hombros por los oficiales y vecinos, quienes se alternaban dicho honor. Las ventanas y puertas de la ciudad mostraban luto y un silencio marcaba el respeto de la procesión, roto únicamente por el rugir de los tambores de la banda marcial del batallón, la cual abría la marcha. La población acompañaba los restos del Padre de la Patria hacia su destino final. En el muelle se rindieron los últimos honores y el General Posada dirigió la sentida alocución de despedida, la cual no pudo terminar debido a lo emotivo del momento.


    Le correspondió al Dr. José María Vargas responder al General Posada. Fueron colocados los restos en una falúa de la goleta Constitución, la cual fue escoltada hasta dicha goleta y ésta a su vez escoltada por los buques venezolanos y extranjeros. Pero el traslado no fue del todo tranquilo como se deseaba. La nave Constitución encalló el 7 de diciembre en la isla Gran Roques, bamboleándose y amenazando con hundirse, llevándose consigo los restos del Libertador. Pasado el gran susto, logran arribar al puerto de La Guaira el 13 de diciembre de 1842, manteniéndose allí hasta el día 15, cuando se produjo el desembarco de los restos del Padre de la Patria. Al fin se había cumplido su última voluntad.

Continuará...